Primavera marchita en la floricultura de Canarias

El sector de las flores teme perder una quinta parte del valor de su producción anual y que provoque una criba de empresas

Una quinta parte del valor de la producción de la floricultura canaria se va a ir al traste «de buenas a primeras». Sin previo aviso y sin margen de maniobra. Nadie esperaba la llegada de una pandemia de tales dimensiones y menos que esta pudiera paralizar la economía. Sin actividad ni perspectivas de reanudarla ante el avance del coronavirus, la única vía de salida son las funerarias. Un canal de escape insuficiente para el sostenimiento de un sector que vive una primavera marchita.

Los 101 floricultores del Archipiélago -58 agricultores de flor cortada y 43 de plantas ornamentales y esquejes- están preocupados por la viabilidad de sus negocios. La crisis del coronavirus se desató en su temporada alta, esa que arranca con el Día del Padre y la primavera, que apuntala la Semana Santa, las cruces florales y las alfombras, y que también acoge el Día de la Madre. Entre marzo, abril y mayo la facturación del sector supera los nueve millones de euros -a cierre de año el valor asciende a 50 millones-. Un periodo que es, junto con el final de cada ejercicio, el más importante para este segmento. «Y se va a perder todo», lamentan.

La clausura de los canales de venta, tanto en el mercado local como en el exterior -Península y Europa, principalmente- ha situado contra las cuerdas a la floricultura, que al igual que otros sectores de actividad se enfrenta a una situación inédita. Además de la pérdida de producciones completas ante la imposibilidad de ponerla en venta, este segmento también sufre el brutal impacto que el Covid-19 está causando en el empleo. Al igual que numerosos negocios, las empresas floricultoras fluctúan entre la presentación de expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) y la reducción de jornada. Antonio López, gerente de la Asociación de Cosecheros y Exportadores de Flores y Plantas Vivas de Canarias (Asocan), expone que los empresarios tienen en estos momentos dos frentes abiertos. Uno relativo a la reorganización de sus trabajadores para adaptarse a las nuevas circunstancias de sus explotaciones, que generan unos 1.500 puestos de trabajo directos, y otro referente a la falta de liquidez. «Necesitamos poder acceder a esa liquidez financiera que nos ayudaría a salvar esos meses», apunta.

La vida emerge, incesante, en el interior de un vivero, pero el zarpazo económico del coronavirus ha paralizado también su florecer constante. En Marmolejos, Gáldar, dan cuenta de ello. «Estamos bajo mínimos, la producción ha bajado en torno a un 70%», explica Raúl Rodríguez, propietario de Buenas Raíces, una empresa que surte de esquejes a floricultores de las Islas. Su explotación, de 1.000 metros cuadrados, cuenta con 100.000 plantas semanales en periodos normales, cifra que se duplica y llega a 200.000 en fechas señaladas como el Día del Padre. La semana pasada, y tras tirar una importante parte de su producción ante la imposibilidad de darle salida, ha plantado unas 20.000 plantas de crisantemos para enraizar con la esperanza de que en unas semanas este mal sueño haya pasado y tener plantas para poner en venta. Por eso Rodríguez reclama ayudas para el sector. En más de 24 años de experiencia en el mismo, sostiene que jamás ha vivido una situación parecida. «He visto a muchos agricultores llorar», asegura.

La situación es asfixiante. Si bien no es la primera vez que el sector se enfrenta a condiciones adversas, nunca antes había asistido a una paralización total de su producción salvo por la ínfima actividad que genera la elaboración de coronas fúnebres. La floricultura canaria comenzó a recuperar el aliento en 2016 con el repunte del valor de sus exportaciones. Tras los años boyantes de comienzos de la década de los 2000, el sector se enfrentó a un paulatino desmantelamiento. Numerosas compañías optaron por abandonar el Archipiélago y asentarse en otros países, como Kenia, Etiopía, Colombia o Ecuador, con mano de obra más barata y costes de transportes inferiores.

Apuesta desde 2004

El valor y peso de las exportaciones encadenan -a falta de conocer los datos relativos a 2019- tres años de subidas desde 2016, hasta alcanzar en 2018 los 11,3 millones de euros y las 3.353,8 toneladas -un 198,6% más que en 2015, año en el que las exportaciones tocaron fondo-. Ahora la situación es distinta y preocupa el futuro. El sector teme que la situación de espera actual se prolongue y que eso suponga una «criba importante» de empresas y, por consiguiente, de empleo.

López explica que los floricultores son conscientes de que la recuperación no va a ser fácil. «Nos va a costar mucho más levantarnos y, sobre todo, cuando no ves la luz al final del túnel», recalca. El gerente de Asocan hace hincapié, por ello, en que existen tres vías de ayudas para garantizar la sostenibilidad de la floricultura isleña.

El adelanto del cobro de subvenciones es clave. El sector ha planteado el cobro anticipado de las ayudas del Posei y del Programa de Desarrollo Rural (PDR), que normalmente reciben en junio. En el primer caso, la cantidad a percibir ronda los 3,5 millones, lo que supondría una inyección importante de liquidez. Los floricultores también aspiran a que el Estado les adelante las ayudas al transporte, que alcanzan el millón de euros, y corresponden al ejercicio pasado. La línea de avales impulsada por el Gobierno central y el aplazamiento de las obligaciones tributarias son las otras opciones señaladas por el sector.

La Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca del Ejecutivo regional ya ha escuchado el grito de auxilio de este y otros sectores. El departamento dirigido por Alicia Vanoostende ha activado un plan especial para garantizar la actividad en el sector primario y ha trasladado a Madrid las diferentes necesidades, solicitando la ampliación de plazos de subvenciones y la flexibilización de condiciones y de comprobación de las mismas, como la petición realizada para la creación de líneas de ayudas específicas por la pérdida total de producción de productos perecederos no alimenticios, tales como las flores o plantas ornamentales.

FUENTE: EL DIA