Los beneficios pedagógicos de los jardines y huertos escolares

La jardinería y la horticultura urbana ofrecen un sin fin de beneficios para aquellos que la practican. Comprender los procesos físicos y biológicos que suceden en el huerto y el jardín y colaborar en su desarrollo despierta en niños y adultos la satisfacción propia de las actividades que guardan un sentido verdadero, así como un sentimiento de admiración al contemplar la vida natural. Todos los niños, y los adultos si tienen la oportunidad,  conectan con la vida vegetal con suma facilidad, y se prestan raudos a colaborar en cualquiera de las actividades propias de un jardín. Hay una emoción compartida cuando se descubre la jardinería y la agricultura que crea lazos de amistad y simpatía entre aquellos que la comparten.

Los beneficios que tiene la jardinería en el desarrollo intelectual y emocional del niño son cuantiosos. Comenzando por el desarrollo intelectual, la ecología es la disciplina científica que provee a la jardinería y la horticultura urbana de los conocimientos necesarios para su desarrollo. Reúne conocimientos de cada una de las diferentes ciencias empíricas con el objetivo de comprender la dinámica de los ecosistemas y sus interacciones. La jardinería, en cuanto que se sirven de los conocimientos de la ecología para su desarrollo, contiene conocimientos pertenecientes a la biología, geología, física, química, etc.  Por tanto,  llevada a cabo en un jardín escolar es una herramienta sumamente útil para que los profesionales de la enseñanza desarrollen múltiples actividades en las que los niños puedan ver, y en ocasiones experimentar, aplicaciones prácticas de los conocimientos impartidos en clase. La interacción de las formas físicas y biológicas de la naturaleza están presentes en el jardín y el huerto, y cualquiera que haya llevado a cabo alguna actividad con los niños en el jardín sabe cuánto disfrutan y cómo su atención se multiplica mientras contemplan una pequeña plántula que va a ser trasplantada, o tocan con sus manos el humus de lombriz que será mezclado con la tierra.

Además de poseer numerosas virtudes pedagógicas en el ámbito intelectual, igual de importantes resultan los beneficios que reporta a los niños en su desarrollo emocional. Cuidar de una planta del jardín o del huerto es establecer una relación de respeto y responsabilidad en la que fácilmente aparece un estrecho vínculo que une al niño y la planta. Esta relación entre dos seres con cualidades diferentes desarrolla la capacidad de empatizar con todo lo que no es como nosotros, necesaria para una relación saludable con el mundo, y que supone un beneficio social al desarrollar actitudes como el respeto y la tolerancia,  la serenidad y la comprensión.

Otro de los beneficios que genera la práctica de la jardinería y la horticultura urbana en los niños consiste en el ingrediente creativo necesario para planificar un jardín. Una vez se tienen los conocimientos básicos de las diferentes variedades hortícolas, aromáticas y ornamentales, su época de cultivo y necesidades, así como los conceptos básicos de la ecología, llega el momento de ponerlos en práctica, y antes es necesario diseñar el jardín o el huerto. Qué especies serán cultivadas en qué parte del jardín, si utilizaremos o no acolchado, cuál será el sistema de riego si lo hay, son elementos que han de ser conformados para ponerlo en marcha.

Además, en el caso de la horticultura urbana, podemos apreciar cómo ésta se ha acercado cada vez más a la jardinería, pues  junto al componente práctico de proveernos de alimentos, reconocemos con facilidad un componente estético inherente que cada vez se percibe con mejor nitidez: hay belleza en las hortalizas, que ahora conviven además con numerosas plantas aromáticas y ornamentales que equilibran el huerto. Se trata, al fin y al cabo, de dos actividades que comparten la misma raíz, y que son, sin lugar a dudas, actividades con un claro sentido artístico.
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“Sembrar con amor y cosechar armonía es el camino hacia una vida feliz“.
FUENTE: LA COMUNIDAD VERDE