La limitada oferta de la floricultura isleña impide satisfacer toda la demanda europea
Son las siete de la mañana y han pasado veinte minutos desde que le gallo desperezó el día, «no falla, siempre canta a la misma hora», apunta Rosaura Quintana, quien desde «bien temprano» se afana en cumplir cada jornada con todas las tareas que requiere su finca en los altos de Gran Canaria. Primero atiende a los animales, luego recoge …
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